Una temporada asomada al abismo de la creación

Un piano solo de Chano Domínguez prologa una temporada destinada al hallazgo. Jazz en el Auditorio ha venido siendo en estos años un oasis para aquellos que buscan emociones inéditas; esto es, para aquellos que, dando por sentada su autoridad técnica, se lanzan al sortilegio de la creación en movimiento, del instante. Más allá de estéticas y lenguajes, la vanguardia del jazz se caracteriza por enfrentar la inspiración a lo desconocido, instalando la vida en una pregunta constante.

Como decíamos, el ciclo arranca con una eminencia patria del piano, el gaditano Chano Domínguez, que tiene mil y un proyectos con distinta sangre y formaciones jazzísticas, pero que aquí acude en solitario, donde la verdad musical se manifiesta profunda y cruda. Es intencionado, pues Chano, instalado en la excelencia pianística, con admiradores tan ilustres como Wynton Marsalis, decide retarse en la intimidad de la soledad, para seguir descubriéndose por dentro y por fuera. Considerado por todos como uno de los responsables de la modernidad jazzística española, él sigue comprometido con su propia inspiración, en el deber personal que siente para consigo mismo en esa constante evolución de una voz propia, que ya es planetaria.

Chano alfombra y alumbra el resto de la programación, donde el siguiente reclamo es la conjunción de dos talentos del hoy y del mañana: el saxofonista tenor Joe Lovano y el guitarrista Julian Lage. Se conocieron en 1999, luego coincidieron como profesor y alumno en el Berklee College y, tras años de admiración mutua, por fin han reunido un proyecto afín a su músculo y pensamiento musicales, The Paramount Quartet, junto al contrabajista Santi Debriano y el batería Will Calhoun, que marcará el estreno en España de una propuesta sin pasado, pero con todos los futuros.

El jazz con acento latino viene esta temporada de la mano del contrabajista español Pablo Martín Caminero, el pianista cubano Alfredo Rodríguez y el saxofonista puertorriqueño Miguel Zenón, nombres encumbrados internacionalmente desde sus respectivos alientos creativos. Caminero es el mayor renovador hoy del jazz-flamenco; Rodríguez, uno de los salvaguardas de la escuela pianística cubana más avanzada, y Zenón, un francotirador libre de todos los repertorios y estéticas con alma latina.
Y, por último, una de las grandes sensaciones de la escena jazzística norteamericana, la saxofonista Lakecia Benjamin, en plena efervescencia y ascensión creativas. Lo suyo es una actualización y revitalización de legados maestros como los de Miles Davis o Coltrane, a los que da vida nueva con palabras propias, muchas de ellas urbanas, contemporáneas.

Viejos y flamantes nombres; en todo caso, música excitantemente nueva.

Pablo Sanz