Un par de portentosas rarezas despuntan en este repertorio en el que cuatro jóvenes solistas se reúnen para hacer música juntos, esta vez, tres cuartetos para piano y cuerdas de raigambre romántica. El de Mahler es, en realidad, el único movimiento terminado —y estrenado tres días después de que su autor cumpliera los dieciséis años— de una obra que nunca vio la luz completa. Veintiuno tenía Richard Strauss cuando se estrenó el suyo, una forma en la que no perseveraría, seducido por la orquesta y por la voz. El de Schumann, de su milagroso 1842, es, por su parte, una muestra decisiva del genio de su autor y de la abundancia de su inspiración.
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