XX Ciclo de Músicas Históricas de León | Auditorio Ciudad de León
Búsquedas en el tiempo: la hora de Iribarren
La sesión de Tiento Nuovo, el grupo que dirige el también clavecinista Ignacio Prego, se mueve entre el final del Barroco y los albores del preclasicismo. Las obras de Graun, Carl Philipp Emanuel Bach, Locatelli y Boccherini tensan la línea que va de lo elegante a lo sentimental. El atractivo de la propuesta se incrementa con la presencia del magnífico violonchelista —y escritor, recordemos su libro sobre Beethoven— Steven Isserlis en un concierto del Bach de Hamburgo.
Roma y Nápoles fueron los dos grandes centros de la ópera —junto con Venecia— de la Italia dieciochesca. En las dos ciudades, se practicó con idéntico entusiasmo la cantata de cámara, a veces auténticas escenas de ópera en miniatura. Banzo, Vaquero, Celemín y Campelo recrearán un programa, como producto del Curso Internacional de Interpretación Barroca, bajo el lema de Begl’occhi, tópico si los hubo de la poesía erótica barroca. Las diferencias y similitudes de la cantata en una y otra ciudad podrán compulsarse en la musicalización por Giovanni Bononcini y Alessandro Scarlatti de un mismo texto, A voi che l’accendeste, poema de Francesco Maria Paglia.
El conjunto Anacronía indaga sobre un momento de transición, una zona estilística en la que vemos nacer el clasicismo sobre los rescoldos del Barroco. De hecho, uno de los músicos del repertorio, Carl Friedrich Abel, fue todavía un notable virtuoso de la viola da gamba. Su Cuarteto para flauta está fechado simbólicamente el año del nacimiento de Beethoven. Otra composición para esta plantilla, debida a Johann Christian Bach, ejemplificará la era de mutaciones con su estilo mundano y camaleónico. Y por lo que respecta a Haydn, su Divertimento en re mayor, de los seis del op. 5, todavía se mueve en la tierra de nadie entre el entretenimiento y la música de cámara. Interesantísima la confrontación con uno de los tríos de Oliver de Astorga, célebre violinista murciano que tocó en Fráncfort y Londres, donde publicó algunas de sus obras.
Como prueba de la mina inagotable de la música violinística italiana del siglo XVII, no hay sino que fijarse en la seductora propuesta de L’Estro d’Orfeo y Leonor de Lera al violín y la dirección. Sonarán las imaginativas páginas de Marini, Castello, Valentini, Merula, Legrenzi, el tudesco italianizado Kapsberger y la propia Lera sobre Ferrari.
No puede faltar una recuperación histórica de música española, esta vez, varias cantatas para soprano de Juan Francés de Iribarren. Les darán nueva vida María Espada, Concerto 1700, grupo residente del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), y su director Daniel Pinteño. El caso de Iribarren es uno de los más llamativos de la situación de nuestro patrimonio musical; aunque todos los historiadores coinciden en considerarlo como una figura crucial de la música española dieciochesca, el contacto real con su obra que puede tener un aficionado es ciertamente reducidísimo. Pero lo cierto es que musicólogos e intérpretes se enfrentan a una tarea ingente, porque Iribarren, maestro de capilla de la catedral de Málaga durante más de treinta años, nos ha legado una producción que roza las mil creaciones. Cientos de ellas son cantadas o villancicos, páginas en las que puede apreciarse el amplísimo abanico estilístico manejado por el autor. Que este concierto simbolice el restablecimiento definitivo de Iribarren.
No puede estar mejor escogido el título, To all lovers of musick, de la velada de la Orquesta Barroca de la Universidad de Salamanca, con Rachel Podger al violín y la dirección, una auténtica fiesta para cualquiera que guste de la música del periodo. Uno de los conciertos grossos de Geminiani nos recordará el enorme prestigio adquirido por este compositor durante sus prolongadas estancias en Londres. No es necesario subrayar la trascendencia de la música concertante de Johann Sebastian Bach; de la misma escucharemos uno de sus conciertos para violín. Bach siguió el modelo del concierto a la italiana, cuyo máximo representante, Vivaldi, admiraba, como prueba, las adaptaciones que hizo. Esta vez, será uno de los conciertos para cuerda del veneciano. La convocatoria trae también las músicas de creadores otrora famosos y ahora reducidos a un segundo plano. Es el caso de Johann Adolf Hasse, operista celebérrimo y de gran influencia, que no dejó de lado la sinfonía y otras parcelas de la música instrumental, como cabrá comprobar en las dos muestras elegidas. Finalmente, de Wilhelm Friedemann Bach, uno de los hijos compositores de Johann Sebastian menos reflejados en el repertorio, se incluye una Ouverture de cuya ligazón con el estilo de su padre será suficiente indicar que en el pasado se le atribuyera a éste.
Enrique Martínez Miura