Dos de los más prometedores músicos del momento, hermanos además, nos proponen un programa que se abre con la primera de las dos últimas sonatas para violonchelo y piano de Beethoven, sorprendente por su estructura y cuyo aliento anticipa ya sus postreras obras para piano o cuarteto de cuerda. A su lado, un grupo de composiciones, de la miniatura con diverso pretexto a la gran forma, de quienes fueron maestro y discípulo mientras, a la vez, se influían mutuamente desde visiones complementarias de la modernidad: los británicos Frank Bridge y Benjamin Britten. Las sonatas de ambos son obras mayores de la literatura camerística del siglo XX . La de Bridge, marcada por los años de guerra, con su memorable primer tema; la de Britten —que nacería como consecuencia de su encuentro y posterior amistad con Mstislav Rostropóvich—, con su sorpresiva estructura en forma de suite que enamoró de inmediato a su dedicatario.