He aquí una voz de soprano bien distinta: fornida, penumbrosa, con cuerpo y densidad, la de una spinto, que anuncia, asimismo, un programa caleidoscópico inaugurado por cuatro canciones de Barber, siempre tan gratas, seguidas por las piezas sobre Walt Whitman de un estadounidense de adopción como Weill; y, en un salto prodigioso, el Poema en forma de canciones de Turina, obra variada y colorista, y las célebres Seis canciones castellanas de Guridi. Luego, el viaje a Sudamérica para dejarse envolver por el aire y la melodiosidad de Guastavino. Desde el teclado se lucirá ese buen pianista que es Julius Drake.
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