Recién cumplidos los cuarenta, el madrileño que abandonó la Ingeniería Informática y el fútbol por las ochenta y ocho teclas del piano atraviesa un momento pletórico. Unbalanced casi le proporciona un primer Grammy, There’s Always Madness delataba su fascinación por el rock sinfónico, y el acercamiento a la obra de Bartók le permite ahora retomar otra de sus ocupaciones favoritas, la reformulación de autores clásicos desde una perspectiva contemporánea (que no irrespetuosa). Ya lo hizo antes con Bach y Stravinski, un proceso deconstructivo que lo lleva al análisis casi microscópico de las partituras para comprender mejor sus engranajes internos.