De entre la bendita nueva generación de fadistas que han revitalizado el género en el último cuarto de siglo, el nombre de esta oftalmóloga nacida en Sudáfrica y criada en las Azores figura entre los ineludibles. Una decena de álbumes la contemplan desde que en 2000 la descubriéramos en el Coliseu de Lisboa para conmemorar el primer aniversario de la muerte de Amália. La Fundación Amália Rodrigues, precisamente, la refrendó en 2010 con el título de mejor intérprete de fado, pero en este tiempo no le han faltado otros avales: álbumes enormes (Tudo ou nada, Os fados do fado) y noches de gloria en recintos épicos, como el Olympia de París o el Teatro Romano de Mérida.